
Cuando la pequeña despertó, se dio cuenta que algo no andaba bien. Miró por la ventana, esperanzada en ver algo completamente diferente; mas, no fue así. Sofía saltó de la cama y corrió a la sala; en ella encontró, cómodamente sentada, a una mujer vestida con un traje azul de suave terciopelo, llevaba un extraño sombrero de plumas sobre la canosa cabellera y tenía la mirada fija en la pequeña que acababa de entrar corriendo.
- ¿Es está… su hija? – dijo observando detenidamente cada detalle en la niña, mientras Sofía abría y cerraba los ojos intentando desaparecer a la mujer con la similitud de un pájaro que se había instalado en su sala.
- Si…ella es Sofía, mi hija. Es una niña muy especial. – respondió tiernamente como solo un padre podía hacerlo.
- Bien…los papeles estarán listos en un par de semanas. – dijo la mujer sin dejar de mirar a Sofía.
- Fue un placer visitarlo señor Gonzáles, todo estará en orden – se apresuró a añadir al tiempo que estrechaba la mano de Alberto y acariciaba el cabello de la niña, quien hacía inútiles esfuerzos por desaparecer a la extraña de su vista.
- Muchas gracias, señorita Gutiérrez – dijo acompañándola a la puerta.
Sofía jamás pudo olvidar aquel día: la incertidumbre del amanecer, la extraña mujer sentada en su sala, la nerviosa mirada de su padre, las palabras de la intrusa… todo era muy confuso para la pequeña Sofi.
- Papá, ¿Quién era esa señora? – preguntó Sofía, mientras tomaba una tostada del cesto de pan y la untaba con mermelada de fresa, su preferida.
- ¿Ah? Es una… recaudadora de impuestos. – titubeó Alberto, pensando muy bien cada palabra que diría.
- ¿Y qué es eso? – cuestionó la pequeña al no entender cómo su padre no pudo notar que aquella mujer era un pájaro.
- Es… una persona que cobra dinero a las demás… en nombre del… presidente… – respondió Alberto intentando arreglar la situación.
- Ah… ¡Ya entiendo! ¡Seguramente por eso mandaron a un pájaro enorme! ¡Para que a las personas les de miedo y den todo su dinero!
Sofía rió como nunca antes lo había hecho y compartió aquel mágico momento con Alberto y Norma.
Los días trascurrían rápidamente, parecía que el tiempo y el universo se habían confabulado para hacer que el temido viernes llegara más temprano que lo acordado con el calendario.
- Faltan dos días doña Norma – dijo Alberto con un tono de preocupación en la voz.
- ¡Por Dios, Alberto es tu hija! ¿Qué pensaría la pobre Rebe si estuviera aquí? -exclamó, a punto de derramar una lágrima.
- Sofi necesita algo mejor, algo que yo no puedo ofrecerle. Jamás me perdonaría que creciera sin el amor de una verdadera madre… o de un padre… – dijo Alberto totalmente desconsolado.
- ¡Sofía no necesita otro papá, te necesita a ti! – Afirmó la desconsolada abuela, intentando cambiar la decisión de su hijo.
jajaja me gusto la parte en que dice que por eso mandan a un pájaro enorme para que se asusten y le den todo su dinero jajaja muy buena!!! me encantan tus historias!!
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