sábado, 30 de enero de 2010

La insomne sombra que aún piensa en ti










La incertidumbre del no ser se avecina cual tormenta de Abril
Y recuerdo el beso que me regalaste bajo la lluvia matinal
Y recuerdo el cielo, la luna sin meterse, las nubes soñolientas
Y te recuerdo a ti con tus oídos ciegos
Y recuerdo las sordas miradas que nos lanzábamos el uno al otro,
El paseo por el parque con el perro de la calle,
La mañana de otoño en la que mi café rozó suavemente tu costado,
Tus ojos batallando con los míos en intensas guerras sin sentido,
Sin sentido para el mundo, con sentido, y mucho, para ti, para mí.

Extrañamente no éramos dos,
Éramos la cerveza sin acabar que dejé esperándote en algún lugar,
Éramos una casa con resortes de antigüedad,
Éramos los árboles del invierno pasado, solos, ya sin hojas
Éramos el corazón dibujado en el cuaderno de Marcela
Éramos tanto y a la vez, tan poco.
Y nos queríamos tanto y a la vez tan poco.
Y te esperé tanto que me quedé dormida,
Y tu amor y el mío durmieron conmigo.

martes, 26 de enero de 2010

Todo lo tuyo es tan propio en ti

Hoy te ví, llevabas aquella camisa blanca que tanto me enloquece y tus rulos y tus ojos y todo tú. Eras simplemente tú, en busca de ti, de otro día más contigo. Yo te ví, de cerca, luego de lejos y te sentí. Yo, sentada en una silla; tú, de pie con expresión de lord (Silvio, Silvio). En esas andábamos cuando me miraste, me escuchaste, tan solo por un instante, me entendiste. Tal vez esto era lo que había estado esperando, ya no bastaba un saludo superfluo o una palabra cordial. Esta era una mirada densa, inesperada, agradecida. Me alejé con pena, entusiasmo, ganas de seguir viendote reir, hablar, sonreir, sobre todo eso. Y es que aún no logro comprender cómo es que dos labios pueden unirse tan perfectamente para formar tu inolvidable sonrisa, tu perturbadora, tierna, indiferente, sonrisa que me despierta toda a mí. Que me hace vibrar como un celular desesperado, que me paraliza, no de temor, sí de angustia, de aquella angustia que me ataca a cada momento pensando que solo de eso se trata, de un momento.

Me alejé con esta sensación gris y salada. Cuando volteé instintivamente para saber de ti, si me mirabas, si te importaba, si importaba en algo que yo estuviera ahí. Ví aquellos ojos caramelo que tanto me fascinan observándome fijamente, les correspondí con miedo y ternura y amor y felicidad y emoción y adiós. Giré hacia la señora a punto de atenderme.

- Señorita, espere 10 minutos por favor.

No pude ver hacia donde fuiste pero imagino que volvías a ti. Y es que todo lo tuyo es es tan propio en ti.

jueves, 21 de enero de 2010

De mi vida, que es una espiral

¿Por qué a veces los momentos son tan momentáneos? Las miradas son solo ojos frotándose, un simple adiós suena a un mañana te veo y una esperanza indebida, a un pasatiempo lujurioso jugando a verse al espejo. ¿Por qué solemos decir tantas mentiras? ¿Por qué intentamos siempre cumplir con lo que no podemos? Cuesta mucho intentar besar sin sentir el impulso de no dejar de hacerlo, tener hambre y no poder parar de comer. Beber, beber y beber sin saber en que acabará. No somos sinceros, nunca lo fuimos y, seguramente, no lo seremos jamás. Mi vida gira, yo giro y cuantas más vueltas doy, más me doy cuenta que la (mi) vida es un laberinto sin destino. No tiene comienzo pero sí un fin. Aguarda a que mienta, a que me equivoque para guiarme por sendas desconocidas que enreden mis pensamientos y nublen mi corazón. Errar es humano, no es divino y no es producto de mi laberinto personal. Sé que si me equivoco esa soy yo, sí, mi verdadero yo y nadie más que él. Ese yo no es un diablillo acechándome, no es una fuerza divina que intenta llevarme por algún camino, soy simplemente yo, esta mortal que no tiene nada más que hacer en la vida que vivir. Dentro de mi laberinto personal encuentro tantas cosas, tiene la forma de una espiral pero es más que eso, hay caminos ocultos por debajo, por encima, en todas las esquinas. Trampas borrosas que no logro visualizar, extraños y esquizofrénicos personajes que me recuerdan a cada rato quién soy y qué hago allí. ¿Para qué me subí al tren? Siempre me lo pregunto y siempre me respondo lo mismo: no sé. La verdad es que no tengo ni la más remota idea de para qué vivo o cuál es mi propósito. Y la verdad es que no lo sabré hasta que lo haya hecho y la verdad es que no puedo decir en este momento que yo nací para algo en especial, porque no lo sé. Tal vez el canto es simplemente un pasatiempo o algo parecido... tal vez el canto ni si quiera sea mi verdadero talento... ¿quién sabe? yo no sé. Predigo cada paso dentro de esta espiral y a pesar de ello, no logro salir, no logro ver una sola cosa clara y evidente. Todo parece tan confuso. Mi sueño no es eso, es realidad y la pesadilla parece pero no es. Y aunque me equivoque no podré salir ni entender, ni conocer cosas que no entiendo y no podré conocer. Porque es cierto, la vida no es entendible, no es conocible, es solo vivida y no más que eso. Así que no intentaré entender más las cosas que pasan dentro de mi espiral borrosa, ni aquellos personajes locos que guían mis sendas y no se deciden a bajarse del tren aún, tampoco pensaré más en las trampas del camino y en las paredes moradas del laberinto. Tal vez más allá de él haya algo más, un jardín con flores o quizás el océano y la blanca arena esperando por mí. Si existe el paraíso o algún paraje eterno quisiera que fuera ese, quisiera que fuera el agua quien espere por la ninfa que habita en mí y que, en días de sol y grandes olas, se anima a salir.

jueves, 14 de enero de 2010

Credo solitario













Creo en los mañanas, en los ayeres, en las casualidades de la vida,
en los enceres del destino, en los juegos de azar, en la naturaleza de los hombres,
en el tiempo perdido y recuperado.
En los besos jamás dados, en los avatares de una voz, en las intricadas piezas de un piano.
Creo en las minucias de la vida, en las llamadas a larga distancia,
en las alegrías, las penas, las iras.
En las batallas ganadas, perdidas, imploradas, necesitadas,
en los vencidos, en los vencedores.
Creo en tus ojos, en los míos. En el mítico momento en que nos cruzamos,
en el adiós inesperado, en ti, en mí; en el recuerdo imborrable.

Promesas incumplidas










Mi promesa se hundió en el ocaso,
era real, distante pero real,
mutó, se transformó y no me di cuenta.
La máscara se pegó a ella, la ocultó dentro de sí.
Se despidió, me dijo adiós. No la ví más.

jueves, 7 de enero de 2010

Anhelos de una ninfa


Lo necesito,
caminar mientras la brisa marina golpea mis fosas nasales,
las olas revientan en las rocas,
vertiendo su espuma sobre mi universo.

Al final de este viaje estamos la música y yo

La guitarra hace sonar sus tenues acordes, la voz de Silvio excita mi oído al punto de comenzar a emitir palabras que, poco a poco, se componen en una melodía. Su arte me emboba, la canción me transporta, me hace escuchar, vibrar, soñar. Silvio no es hombre, es trovador... es ensueño, es magia. Es extraño todo lo que puede provocar en mí una voz, algunos acordes y aquella composición perdida en el tiempo y comprendida por él.

Alguna vez leí que Pablo era el músico y Silvio el poeta. Sin embargo, Silvio no es solo eso, es mucho más, es armonía, es el puente entre la poesía, la melodía de su voz y su guitarra. Alguna vez me gustaría sumergirme en una de sus canciones y ser parte de ella, vivirla para siempre, tal vez, pues por ahora mis días carecen de emoción, transcurren marcados por la determinación. En cambio, dentro de aquella mágica guitarra todos los sueños del mundo pueden hacerse realidad, puedo ser noche y día, historia y leyenda, ángel y demonio, amor y desamor; vida y muerte.

Y entonces me dejo llevar por mi trovador preferido que me dice que ojalá algo te borre de pronto, que ojalá por lo menos me lleve la muerte para no verte tanto, para no verte siempre. Y pienso, ¿Cómo se sentirá perder a alguien e incluso sentir la necesidad de no existir más para intentar olvidarlo infinitamente? Recuerdo haberlo sentido alguna vez, fue fatal, lloré por días. "La vida sigue" suelen decir aunque muchas veces ni aquel que lo dice se lo llega a creer del todo.

Mi vida transcurre entre notas, guitarras, canciones; en fin, música. Y cada día más, me doy cuenta que aquella es la que me llena día a día, que tal vez sino escuchara un solo sonido armónico mi vida no tendría sentido, estaría sola y no tendría cómo matar mis demonios internos. La música me calma, amortigua mis caídas, mis odios, me libera; me constituye. Yo soy a través de ella. La deseo, la necesito. No puedo imaginarme un mundo sin la magia de las canciones, sin poder oír, sin poder cantar, sin poder crear. Mi voluntad de poder se hallaría totalmente socavada, mi capacidad creadora se hundiría en el cosa y jamás vería el amanecer del rayo resplandeciente.