La guitarra hace sonar sus tenues acordes, la voz de Silvio excita mi oído al punto de comenzar a emitir palabras que, poco a poco, se componen en una melodía. Su arte me emboba, la canción me transporta, me hace escuchar, vibrar, soñar. Silvio no es hombre, es trovador... es ensueño, es magia. Es extraño todo lo que puede provocar en mí una voz, algunos acordes y aquella composición perdida en el tiempo y comprendida por él.
Alguna vez leí que Pablo era el músico y Silvio el poeta. Sin embargo, Silvio no es solo eso, es mucho más, es armonía, es el puente entre la poesía, la melodía de su voz y su guitarra. Alguna vez me gustaría sumergirme en una de sus canciones y ser parte de ella, vivirla para siempre, tal vez, pues por ahora mis días carecen de emoción, transcurren marcados por la determinación. En cambio, dentro de aquella mágica guitarra todos los sueños del mundo pueden hacerse realidad, puedo ser noche y día, historia y leyenda, ángel y demonio, amor y desamor; vida y muerte.
Y entonces me dejo llevar por mi trovador preferido que me dice que ojalá algo te borre de pronto, que ojalá por lo menos me lleve la muerte para no verte tanto, para no verte siempre. Y pienso, ¿Cómo se sentirá perder a alguien e incluso sentir la necesidad de no existir más para intentar olvidarlo infinitamente? Recuerdo haberlo sentido alguna vez, fue fatal, lloré por días. "La vida sigue" suelen decir aunque muchas veces ni aquel que lo dice se lo llega a creer del todo.
Mi vida transcurre entre notas, guitarras, canciones; en fin, música. Y cada día más, me doy cuenta que aquella es la que me llena día a día, que tal vez sino escuchara un solo sonido armónico mi vida no tendría sentido, estaría sola y no tendría cómo matar mis demonios internos. La música me calma, amortigua mis caídas, mis odios, me libera; me constituye. Yo soy a través de ella. La deseo, la necesito. No puedo imaginarme un mundo sin la magia de las canciones, sin poder oír, sin poder cantar, sin poder crear. Mi voluntad de poder se hallaría totalmente socavada, mi capacidad creadora se hundiría en el cosa y jamás vería el amanecer del rayo resplandeciente.