
Mis zapatos están mojados, fue lo primero que dijo al entrar. Estaba completamente empapado por la repentina lluvia limeña, era verano. Lluvia de verano, pensé. ¿Qué hermoso día no te parece? El golpe me volvió a la realidad, era imposible que para alguien como él aquel día fuera hermoso. ¿Me crees idiota? Llego aquí empapado por esta maldita lluvia y lo único que pido es que me des algo de comer, algo que por supuesto compré con mi dinero. No pudo dejar de resaltar esta última frase, mi dinero, me hubiera encantado contestarle, decirle, que bien podría yo trabajar o largarme si eso era lo que quería, pero no lo hice, no pude, porque era débil.
Mírame cuando te hablo, me gritó fuertemente al oído. Su voz resonó una y otra vez en mi cabeza, entonces me di cuenta que había caído, justo lo que él quería. Estaba allí tendida sobre el frío suelo de la cocina, a sus pies, ¿era así como querías verme? Eres un cobarde, atiné a pensar en aquel momento de angustia.
Traté de disimular con maquillaje y algo de base la enorme hinchazón que hacía a mi ojo parecer una papa cocida. Todo por el bien de Gabrielita, me dije a mí misma tratando de convencerme de mi estúpido actuar y mi falsa felicidad. Me puse los lentes negros y salí por la puerta llevando a Gaby de la manito. ¿Mami, qué te paso en el ojo? Era una niña a fin de cuentas, qué podía ella saber de golpizas y moretones. Nada hijita, solo me choqué con la puerta, ya se me pasará. Gaby sonrió, con esa sonrisa que me hacía recordar por qué soportaba tanto, por qué nunca me le enfrentaba, por qué no me decidía a decir la verdad. La dejé contenta y tranquila en el nido. Ojala nunca acabes como tu madre, cariño.
Hola! Encontré tu blog y me pareció muy interesante....muy buenas historias!!!
ResponderEliminarSaludos!!
jaja era debil xD
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