jueves, 31 de diciembre de 2009

Rulos y carmesí













Las montañas me hablan
Y la rosa carmesí en tu pelo
Se enrosca en aquellos rulos
Que hacen de mi locura insaciable

Canto a la paz, y olvido tu nombre
Aunque quiero recordarlo, entenderlo
Las minucias de la vida, burbujas de infelicidad
Rulos y carmesí, en el extraño tiempo que escogí para vivir.

La vida, la muerte, no existe
Se dan, suceden, no cambian
Recuerdo la rosa en tu cabello
Entiendo que tal vez no vuelva a verla
Ni a ti ni a la rareza de tu rostro.

jueves, 12 de marzo de 2009

Don't go away











Deja de llorar, hoy no.
La lluvia cayó, empapó mi paraguas
mi rostro, mi ropa.
Aquella agua
tan llena de días lejanos, pasados, simples.
Quédate conmigo, aquí, junto a mí,
solo dame un momento,
cambiaré, dame tiempo, lo haré.
No te vayas, espera a que la lluvia deje de caer,
me da miedo estar sola, lo sabes bien.
Regresa y no lloraré más, hoy no.
El cielo se despejó, seguías ahí.
No te fuiste, gracias por no hacerlo,
toma mi mano, camina conmigo, 
sé que a algun lugar llegaremos.
Las lágrimas no volverán,
mi presente está aquí, junto a ti.
Juro no llorar cuando caigas,
cuando no me mires, cuando no me entiendas,
Juro no llorar, no hoy
no mañana, nunca más.

martes, 10 de marzo de 2009

Capítulo 1: Falsa felicidad

Mis zapatos están mojados, fue lo primero que dijo al entrar. Estaba completamente empapado por la repentina lluvia limeña, era verano. Lluvia de verano, pensé. ¿Qué hermoso día no te parece? El golpe me volvió a la realidad, era imposible que para alguien como él aquel día fuera hermoso. ¿Me crees idiota? Llego aquí empapado por esta maldita lluvia y lo único que pido es que me des algo de comer, algo que por supuesto compré con mi dinero. No pudo dejar de resaltar esta última frase, mi dinero, me hubiera encantado contestarle, decirle, que bien podría yo trabajar o largarme si eso era lo que quería, pero no lo hice, no pude, porque era débil. 

Mírame cuando te hablo, me gritó fuertemente al oído. Su voz resonó una y otra vez en mi cabeza, entonces me di cuenta que había caído, justo lo que él quería. Estaba allí tendida sobre el frío suelo de la cocina, a sus pies, ¿era así como querías verme? Eres un cobarde, atiné a pensar en aquel momento de angustia.

Traté de disimular con maquillaje y algo de base la enorme hinchazón que hacía a mi ojo parecer una papa cocida. Todo por el bien de Gabrielita, me dije a mí misma tratando de convencerme de mi estúpido actuar y mi falsa felicidad. Me puse los lentes negros y salí por la puerta llevando a Gaby de la manito. ¿Mami, qué te paso en el ojo? Era una niña a fin de cuentas, qué podía ella saber de golpizas y moretones. Nada hijita, solo me choqué con la puerta, ya se me pasará. Gaby sonrió, con esa sonrisa que me hacía recordar por qué soportaba tanto, por qué nunca me le enfrentaba, por qué no me decidía a decir la verdad. La dejé contenta y tranquila en el nido. Ojala nunca acabes como tu madre, cariño.

lunes, 9 de marzo de 2009

Un cuento sobre la luna y el sol

Aquella noche la luna dormía, ¿habrá salido con el sol? Lucy quiso creer eso, qué imaginación la tuya, sabías que no era cierto, sabías que el sol no saldría jamás con la luna, sabías que aquella estrella, la de Belén, le robó a la luna su único compañero. Entonces dónde está te preguntaste, por qué no salió hoy. Mamá dime la verdad, ¿la luna no saldrá hoy, cierto? Pero tú ya sabías que no era cierto, tú ya sabías que el sol no estaba enamorado de la luna, que para el sol solo existía una luna y esa era Belén. Pero mami, el sol no está enamorado de la luna, replicaste, creíste que ella te escucharía, que le importarías aunque sea un poquito, que te respondería, que dejaría de evadirte. No Lucy, no lo pienses, solo duerme, solo inténtalo, solo evádela. El sol salió, ya era de día. Pero sabías que todo seguiría igual, que para ella no existirías. Lucy ¿por qué la quieres tanto? Te preguntaste. Ella no es tu madre, pensaste, una madre es la que escucha, la que entiende, la que cuenta cuentos en las noches, y te sorprende cada día con nuevas historias aún más increíbles que las del día anterior. Ahora ella dormía, dormía como nunca, mami por qué no despiertas, mami qué te pasa. Intentaste despertarla, la moviste de un lado a otro, gritaste su nombre muchas veces, qué te pasa mamá, mamá despierta, mamá el colegio, mamá tu trabajo, mamá te quiero. Creíste que te escucharía, creíste que ahora sí entendería. Mami estoy aquí mírame. La cogió entre sus brazos, Lucy lloró. Había sido ella Lucy, ella quien te contó el cuento de la luna, el sol y la estrella. Había sido ella, quien aún estaba ahí, quien aún respiraba. Lucy qué había pasado contigo, dónde estabas, por qué no te veía. Miró sus manos, cubiertas de sangre, su rostro demacrado por la enfermedad. El cáncer te había devorado. Tal vez era por eso que no te veía. Porque la muerte había arrasado contigo y con su pequeña, con aquella que mamá aún soñaba.

domingo, 8 de marzo de 2009

Broken

Rompo esta carta, no quiero dejar de escribirte
es rara la soledad, la incertidumbre del recuerdo
del pasado que acecha al pasado
una vida sin presente, sin futuro
que no tiene sombra, apariencia
y la luz que corre en el fondo del pasillo
y que busca tu voz, para no cortarla más.
No siento nada, la muerte no llega, llama
mira, aclama, pregunta, entiende, revisa
rompe, extrae, retiene, impide, olvida.

sábado, 7 de marzo de 2009

Solo un deseo














Hoy quiero brindar por tu ironía
por tu osadía, por mi tristeza
por las ganas nulas de volar
por el recuerdo imborrable
del adios que aun no olvido.
Hoy quiero saltar del precipicio mas alto

a ver si al aterrizar decides salvarme,
a ver si al final puedes recordarme,
a ver si mi mirada te dice algo
del perfume que le regalaste.
Hoy quiero decir, gritar, susurrar mil cosas
cosas que quiero entender, comprender, preguntar
quiero que me digas, grites, preguntes sobre mí,
sobre ti.

jueves, 5 de marzo de 2009

Capítulo 5: Camino a algo mejor

Con el dinero podría haber hecho miles de cosas pero Alberto, valientemente, decidió dejar todo aquel fajo en la tumba de su esposa. Rebeca, el cartero vino hoy dijo que la respuesta que tanto anhelabas estuvo siempre en un buzón cercano. De pronto el deprimido esposo rompió a llorar, lanzando el más terrible grito de rabia que se pudo escuchar jamás en aquel pueblo. La pequeña Sofi lo miraba indiferente, sin si quiera inmutarse, cualquier otro niño lo hubiera hecho pero no Sofi, ella era especial. Sus ojos, casi dormidos, no mostraban asombro alguno, pero había algo, algo en aquella indiferencia que hacía de su mirada extraña, al punto que muchas veces sus padres no reconocían a la dulce niña que solía sonreír constantemente.

Es hora de continuar. Dijo Alberto, mostrando firmemente su decisión. Cambio de planes, iremos a visitar a una tía muy querida. Cogió a la pequeña de la manito y juntos enrumbaron un nuevo destino, tal vez bueno, tal vez malo, pero siempre juntos.

¿Sabes? Mamá adoraba los chocolates rellenos de fresa, decía que eran lo más cercano al sabor de las rosas. ¿Y mami donde está? Ella está… en un lugar mejor. ¿En casa de  tía Esperanza? Alberto bajó la mirada, ¿Hasta cuando seguiría mintiendo? Si hijita, tal vez allí la encuentres. Los ojos de Sofía parecieron alumbrar por un momento su constante sueño. Ella estaba feliz, era feliz.

martes, 3 de marzo de 2009

Una semana más en mi calendario

Hoy es lunes, maldito lunes de distancia
martes de indiferencia,
miércoles de indecencia,
jueves de desolación,
viernes de instransigencia,
sábado, te encuentro,
domingo, ¿me quieres? Yo sí.
es lunes otra vez.

Esperame el siguiente año

Nuevo amor
Adiós verano ¿Quisiste venir?
Te estuve esperando, nunca llegaste
Esperame el siguiente año triste amor mío
Olvídame, recuérdame ¿Te creo?
¿A quién creo?

Capítulo 4: Noticias tardías

Había respondido a la desesperada carta de su sobrina Rebeca hacía muy poco tiempo.

Cierto día de Mayo llegó a sus manos por medio de una amiga suya quien la había encontrado en su buzón, ¿De quién será? Se preguntó a sí misma. Que ella supiera no tenía mucha familia y esta carta mostraba especial afecto. Rebeca se encontraba mal, su enfermedad: el olvido.

Pronto no recordaría cómo escribir, cómo leer y hasta cómo respirar. Sobre las sábanas cubiertas de bellos pétalos de cerezo, pasaba el lápiz rápidamente casi sin pensar, tratando de no olvidar la siguiente palabra, tratando de no llorar en el intento, tratando de poder ser leída alguna vez, de que su carta no se perdiera en el tiempo y sea olvidada como ella. No quería pensar en ello.  Por la noche, dejó el sobre en el buzón intentando no ser vista. Pero allí estaba, la pequeña Sofi, con la mirada perturbadora de siempre que le quitaba el sueño; tierna pero que no reconocía como la de su propia hija; perturbadora, insomne.

Lo único que buscaba Rebeca era ayuda para poder sobrevivir a aquella extraña enfermedad. Sólo deseaba encontrar a su querida pero lejana tía Esperanza, su única familia, su único apoyo, y como su nombre, su única esperanza. Viuda desde hace mucho, poseía ricas tierras en el norte de Barcelona heredadas por su ya difundo esposo. ¿Cuánto se demorará en llegar su respuesta? Preguntó a James, ya sin poder hablar bien, sin poder articular sílabas ni sonidos entendibles. De dos a tres días, probablemente, no se preocupe. Respondió el siempre educado cartero, quién pensaría que esa fue la última vez que Rebeca lo vio.

La respuesta tardó más de lo esperado, Esperanza no sabía nada de aquella carta, escrita con desesperación, ansiedad y temor. Solo cuando Cecilia se la dio, comprendió la difícil situación que atravesaba su sobrina y decidió enviarle el dinero suficiente para cubrir todo el tratamiento y así poder lograr su tan anhelada recuperación.

Dentro del sobre, Alberto encontró doscientos mil libras para pagar al contado todo el tratamiento con medicinas incluidas. Rompió en llanto. ¿Por qué no se lo comentó? ¿Por qué se dejó morir así? Rebeca fuiste diferente, de eso no hay duda, murmuró para sus adentros el nostálgico esposo y ahora viudo.

Capítulo 3: Esperanzas de un padre, deseos de una hija

La mañana del 15 de Abril, la pequeña Sofi y su padre, salieron muy temprano. La niña llevaba todas sus pertenencias en una maletita igual de pequeña que ella. Alberto cuidó que mamá Norma no se diera cuenta de la partida de su nieta, recogió todas las pertenencias de ambos y partió en un largo viaje, sin pensar que nunca más volvería a pisar aquella maravillosa tierra de rosas y tulipanes.

- ¿A dónde vamos papi? – Preguntó la curiosa niña, mientras caminaban el sendero hacia el lago que bordeaba los adorados rosales de su madre.

- A un lugar maravilloso, amor. Vamos a visitar a tu mami. -  Respondió Alberto, con los ojos totalmente iluminados por el radiante sol que se abría paso en el cielo.

Caminaron durante largo rato sin decir una sola palabra, bastaba con que estén juntos para que sus almas pudieran conversar, bastaba con que Sofi le diera la mano a su padre para robarle un suspiro a su corazón, bastaba que el sol iluminara sus caminos para que jamás se separaran.

- Papi, extraño mucho a mamá. – Dijo la niña, con la voz cargada de nostalgia.

- Lo sé pequeña, yo también la extraño. – Contestó Alberto mientras llegaban a la pequeña y rústica iglesia del pueblo.

- ¡Alberto Gonzáles! – exclamó una voz, a lo lejos.

Sofi y su padre se volvieron para ver de dónde provenía el sonido. Era el cartero, James: iba todas las mañanas a casa de Alberto, pensó que tal vez lo había olvidado y no había abierto el buzón.

- ¿Qué sucede James? – preguntó un poco desconcertado ante la aparición del anciano.

- Tengo una carta para Rebeca – respondió el cartero, mientras secaba el sudor de su frente.

¿Rebeca? Pero, ella… ella… ya no vive aquí. – titubeó Alberto, mientras impedía con todas sus fuerzas que las lágrimas cayeran por su rostro.

- Lo siento mucho, pero la carta llegó hace unos días y por error se quedó en algún buzón vecino, ¿Desea conservarla?

- Si… por favor – respondió aturdido ante la noticia, al tiempo que cogía a Sofi de la manito para que no tocara las demás cartas que James guardaba en su maleta.

Alberto sintió como poco a poco, sus ojos iban nublándose más y más. 

Capítulo 2: Aquella mujer con apariencia de ave

Cuando la pequeña despertó, se dio cuenta que algo no andaba bien. Miró por la ventana, esperanzada en ver algo completamente diferente; mas, no fue así. Sofía saltó de la cama y corrió a la sala; en ella encontró, cómodamente sentada, a una mujer vestida con un traje azul de suave terciopelo, llevaba un extraño sombrero de plumas sobre la canosa cabellera y tenía la mirada fija en la pequeña que acababa de entrar corriendo.

- ¿Es está… su hija? – dijo observando detenidamente cada detalle en la niña, mientras Sofía abría y cerraba los ojos intentando desaparecer a la mujer con la similitud de un pájaro que se había instalado en su sala.

- Si…ella es Sofía, mi hija. Es una niña muy especial. – respondió tiernamente como solo un padre podía hacerlo.

- Bien…los papeles estarán listos en un par de semanas. – dijo la mujer sin dejar de mirar a Sofía.

- Fue un placer visitarlo señor Gonzáles, todo estará en orden – se apresuró a añadir al tiempo que estrechaba la mano de Alberto y acariciaba el cabello de la niña, quien hacía inútiles esfuerzos por desaparecer a la extraña de su vista.

- Muchas gracias, señorita Gutiérrez – dijo acompañándola a la puerta.

Sofía jamás pudo olvidar aquel día: la incertidumbre del amanecer, la extraña mujer sentada en su sala, la nerviosa mirada de su padre, las palabras de la intrusa… todo era muy confuso para la pequeña Sofi.

- Papá, ¿Quién era esa señora? – preguntó Sofía, mientras tomaba una tostada del cesto de pan y la untaba con mermelada de fresa, su preferida.

- ¿Ah? Es una… recaudadora de impuestos. – titubeó Alberto, pensando muy bien cada palabra que diría.

- ¿Y qué es eso? – cuestionó la pequeña al no entender cómo su padre no pudo notar que aquella mujer era un pájaro.

- Es… una persona que cobra dinero a las demás… en nombre del… presidente… – respondió Alberto intentando arreglar la situación.

- Ah… ¡Ya entiendo! ¡Seguramente por eso mandaron a un pájaro enorme! ¡Para que a las personas les de miedo y den todo su dinero!

Sofía rió como nunca antes lo había hecho y compartió aquel mágico momento con Alberto y Norma.

Los días trascurrían rápidamente, parecía que el tiempo y el universo se habían confabulado para hacer que el temido viernes llegara más temprano que lo acordado con el calendario.

- Faltan dos días doña Norma – dijo Alberto con un tono de preocupación en la voz.

- ¡Por Dios, Alberto es tu hija! ¿Qué pensaría la pobre Rebe si estuviera aquí? -exclamó, a punto de derramar una lágrima.

- Sofi necesita algo mejor, algo que yo no puedo ofrecerle. Jamás me perdonaría que creciera sin el amor de una verdadera madre… o de un padre… – dijo Alberto totalmente desconsolado.

- ¡Sofía no necesita otro papá, te necesita a ti! – Afirmó la desconsolada abuela, intentando cambiar la decisión de su hijo.

domingo, 1 de marzo de 2009

Capítulo 1: Una niña muy especial

Sus zapatitos negros reflejaban la soledad de su corazón: Sofía aguardaba temerosa en la puerta; su maletita rosa, llena de sueños por realizar, observaba ansiosa la gran entrada.

Era de menuda figura; sus ojos verdes, como piedras preciosas, mostraban una enorme necesidad de amar; su carita era la de un ángel; su olor era especial: ella era especial. Llevaba un lindo vestidito guinda, bastante remendado; muchas veces la vieron con él, dando vueltas en el inmenso jardín o jugando con una dulce muñeca en su habitación.

 - Sofía es muy especial - dijo el hombre que la acompañaba.

 - No lo dudo – afirmó Alfredo observando a la niña, detenidamente.

 - Está en buenas manos: doña Esperanza es muy buena persona, ella tiene un corazón de oro. – prosiguió el encargado.

- Mi pequeña no duerme si antes no le leen un cuento; por favor dejen la luz prendida hasta que se duerma porque le tiene miedo a la oscuridad. – dijo con lágrimas en los ojos. Tomó las manos de la niña y pareció darle un suspiro de su alma al besárselas. De repente, una lágrima corrió por el rostro de Alberto; Sofía lo notó de inmediato y le dio un abrazo aliviador a su padre.

- No se preocupe, vaya tranquilo – respondió el encargado cerrando la puerta lentamente.

La pequeña veía a su adorado papi desaparecer tras la enorme puerta de madera con vitrales amarillos; jamás olvidaría la expresión de dolor en su rostro, las ganas de correr a abrazarla sin importar lo que pasara, la tristeza con la que la observaba, sin poder hacer nada.

Al morir Rebeca, su padre no supo cómo guiar el hogar, la triste Sofía se refugiaba en un mundo de ensueño, donde nadie podía dañarla. Pasaba las noches contemplando el techo de su habitación, imaginando el cielo estrellado: jugando con su imaginación.

Alberto no contaba más cuentos, no daba más besos de buenas noches, no decía  más un: “sueña con los angelitos, mi pequeña”.

Norma, lo intentó todo; no soportaba la idea de que su nieta, su única nieta, evadiera la realidad de aquella manera: jugaba con ella, le contaba cuentos; pero aun así no logró llenar el enorme vació que dejaba Alberto, al no estar en casa.

Una noche, sumido en el alcohol, Alberto recordó a Rebeca, recordó su dulce mirada, su perfume natural, sus ojos angelicales. Sintió la necesidad de ver a Sofía de decirle cuánto la quería, que no quería abandonarla nunca más.

Al día siguiente volvió a casa temprano, llevaba una muñeca y chocolates para su hija. Sofía no podía ocultar su sorpresa, tal vez eso era lo que le faltaba: el vacío que no podía llenar.

- Te amo Sofi, perdóname hijita.

- Te quiero mucho, papi. Nunca más te vayas – dijo la pequeña regalándole un gran abrazo a Alberto, un extraño, que de la noche a la mañana volvió a ser su padre, quien comprándole su primera muñeca ganó su amor otra vez.

Sin embargo, ya nada era igual, Rebeca no estaba más y la pequeña Sofía no parecía darse cuenta de su ausencia. Alberto no podía más, no podía soportarlo más. Su hija no podía llenar el profundo vacío que había dejado la muerte de su esposa. Se sentía cada vez más confundido; muchas ideas cruzaban por su mente antes de dormir, cada una más ridícula que la anterior.

Una mañana, como muchas, Alberto entró al cuarto de su tierna hija: Sofía, quien dormía profundamente aferrada a su muñeca de trapo, la niña sonrió entre sueños, se dio la vuelta y volvió a caer en la almohada.

- No quiero hacerte esto, pequeña – dijo dulcemente, mientras acariciaba su cabello, suave como la brisa del viento.

- Pero es algo que no puedo dejar pasar… - dándole un beso salió de la habitación, y dejó a su hija soñar con un mundo mejor.

Alberto lo pensó mucho antes de dar ese gran paso: no podía volver atrás, era una decisión irreversible.

Para no olvidarte

Lejos de ti, aún siento aquel perfume,

Aquel que tu amor dejó en mi corazón,

Y regalo un beso al viento,

Para que te visite al anochecer,

Y sueñes conmigo un sueño que yo también soñaré.

Lejos de ti, aún siento que somos dos,

Permito que mi corazón siga esperando,

Hago que mis silencios piensen en ti,

Porque no quiero olvidarte.

sábado, 28 de febrero de 2009

Color chocolate

Te vi de lejos, sin duda eras tú,
aquel cabello oscuro que el viento sorprendía,
el aroma de siempre,
ojos divinos color chocolate, quería hacerlos míos.

Una mirada tierna, una sonrisa provocadora,
un beso tibio y cálido como el rocío,

El viento dejó de soplar, mi cabello ya no volaba,
tus ojos no me observaban, no eran míos.

lunes, 16 de febrero de 2009

Llovía en el parque

Te esperé en la misma banca,
La misma en la que deseamos pasar una lluvia más,
La misma que fue nuestro refugio,
En aquel invierno frío,
Aquel que te alejó luego de mí.


Aún el cielo llora pensando que tal vez así volverás,
Que tal vez así me amarás, me querrás y no me olvidarás,
Entonces el tiempo pasó, el café se acabó
Se hizo de noche y la luna apareció.
Un paraguas me abrigó, me buscó y te pensé.